viernes, 3 de mayo de 2013

JACA:


En el amanecer del primer viernes de Mayo del año 758 los jacetanos, al mando del conde Aznar Galíndez, se enfretaron a los musulmanes y al mediodía, cuando todo hacía presagiar lo peor, las mujeres, que aguardaban en sus casas, decidieron acudir al campo de batalla armadas tan sólo con sus utensilios domésticos. El reflejo de los rayos del sol sobre sus rudimentarias herramientas y las hojas de boj que les cubrían provocaron el pánico en el rival. Los moros creyeron ver a lo lejos la llegada de nuevos ejércitos cristianos y huyeron. La conmemoración de esta batalla, cuya única referencia histórica la encontramos en Libro IV de la “Grande y General Historia” de Alfonso X, se ha convertido en una de las principales fiestas de Jaca, una ciudad amable a la que merece la pena acercarse.
 La conmemoración de esta batalla, cuya única referencia histórica la encontramos en Libro IV de la “Grande y General Historia” de Alfonso X, se ha convertido en una de las principales fiestas de Jaca, una ciudad amable a la que merece la pena acercarse.


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 TRASMOZ:


 “Los sábados, después de que la campana de la iglesia dejaba oír el toque de las ánimas, unas sonando panderos, y otras, añafiles y castañuelas, y todas a caballo sobre escobas, los habitantes de Trasmoz veían pasar una banda de viejas, espesas como las grullas, que iban a celebrar sus endiablados ritos a la sombra de los muros de la ruinosa atalaya que corona la cumbre del monte”

 Gustavo Adolfo Bécquer El Castillo de Trasmoz es la fortaleza que mayor número de leyendas y magia acumula en todo Aragón. Probablemente buena parte de culpa de su fama la tenga el poeta sevillano Gustavo Adolfo Bécquer, que durante su estancia en el monasterio de Veruela, recopiló algunas de las oscuras historias que se contaban en la comarca, hasta el punto de eclipsar su prolífico pasado medieval. Lo que hoy vemos responde a la fábrica del siglo XII, cuando su posición fronteriza le hace ser objeto de disputas entre los reinos de Navarra y Aragón, siendo recuperado para está última por el rey Alfonso II. En el siglo XV fue cabeza del Señorío de Trasmoz que dominaba toda la comarca. Con el fin de la reconquista y la unión de Castilla y Aragón el castillo perdió su importancia estratégica, abandonándose y entrando en estado de ruina en el siglo XVI, un estado que desgraciadamente no ha mejorado desde entonces. Consta de una esbelta torre del homenaje de cuatro plantas, rodeada de un cinturón hexagonal de murallas en bastante peor estado, con escasos tramos almenados.

Probablemente el ya deplorable estado que encontró Bécquer en el siglo XIX era el escenario perfecto para dar acogida a un folcklore que sitúo en Trasmoz buena parte de la religiosidad popular del pueblo. Afortunadamente la torre del homenaje ha sido restaurada, y en breve podrá acoger un centro de interpretación de la fortaleza y quizás, el museo de la brujería que ha cerrado hace poco tiempo en el pueblo.

Dice la leyenda que el castillo fue construido por el mago Mutamín, que tras pacto con el diablo, levantó sus muros en una sola noche. Más realista es la historia que atribuye al sacristán de Tarazona Blasco Pérez la fabricación de moneda falsa entre sus muros, y para protegerse de las miradas curiosas, divulgo todo tipo de historias terroríficas sobre encantamientos y brujas. No obstante, está bien documentada la historia de varias brujas que habitaron el pueblo, mujeres que maldecían, y echaban mal de ojo, a quienes se les atribuían las desgracias en las cosechas, plagas y enfermedades.

 La más famosa, quizá por ser la última de la que se tienen noticias, fue la Tía Casca que fue despeñada por el pueblo en el año 1850 acusada de brujería. Se decía de ella que tenía el cabello enmarañado a jirones, y se le enroscaba alrededor del rostro.

 Bécquer aseguraba, en la misma carta, que el barranco donde fue arrojada estaba hechizado y convenía no seguir la senda que conducía hasta él pues su alma erraba en pena y no era querida ni por Dios ni por el Diablo. Antes de este episodio el poeta andaluz confirma la celebración en el castillo de Trasmoz de conciliábulos de brujas, preferentemente  los sábados de madrugada se reunían para volar con sus escobas y prácticas ritos perversos. La imaginación popular no tenía límites, y se decía de ellas que sacrificaban a niños recién nacidos para prolongar su jovialidad y retrasar su envejecimiento, o que disfrutaban provocando tormentas, esterilizando jóvenes parejas o anegando los campos de langostas.

Otra curiosa historia recogida en la octava carta de Veruela, nos cuenta el intento del párroco Mosén Gil el limosnero de exorcizar el lugar y así expulsar a las brujas de Trasmoz, y que por desgracia no fructificó por la respuesta de estas a través de los encantos de su sobrina Dorotea, también bruja. En tiempos aún más recientes se habla de la existencia de otra bruja llamada Galga, y de su hija, de la que incluso se conserva una fotografía que podía verse en el clausurado museo de la brujería.

Actualmente la fortaleza de Trasmoz permanece cerrada, a la espera de una necesaria restauración que no llega, y que se hace del todo necesaria. No obstante merece la pena acercarse hasta sus muros, atravesando todo el pueblo y dejar el coche junto al cementerio. En la puerta del camposanto se colocó una placa en recuerdo de Bécquer, que con su visión romántica y nostálgica gustaba tanto de estos lugares cercanos a la muerte:

 "En estos escondidos rincones, último albergue de los ignorados campesinos, hay una profunda calma. Nadie turba su santo recogimiento, y después de envolverse en su ligero capa de tierra, sin tener siquiera el peso de una losa, deben de dormir mejor y más sosegado”.

 En la noche de Todos los Santos los vecinos del pueblo han recuperado una vieja tradición, “la luz de las ánimas”; se trata de una procesión donde niños y mayores portan calabazas con velas encendidas y recorren el camino entre la iglesia y el cementerio para guiar las almas de los difuntos y no propiciar su olvido.En el camino de subida al castillo se ha colocado además una escultura conmemorativa del escritor, pensativo, mirando al pueblo y al horizonte. Probablemente esperando a sus brujas, eternamente hechizado por sus embrujos, en un lugar donde la magia entra a borbotones...


 BELCHITE:




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 Bello lugar, es lo que significa la palabra Belchite, que es el nombre del pueblo del que os hablaré hoy. Belchite  fue un pueblo de los más prósperos de principios del siglo XX en la provincia de Zaragoza, entre sus bellos muros de estilo mudéjar llegaron a contabilizarse dos conventos y varias iglesias, símbolo de la buena salud económica de la comarca. Los primeros pobladores de este lugar datan de la época romana, aunque muchos pueblos primitivos ocuparon ya estas tierras con anterioridad. Más tarde, los musulmanes dejaron su huella, hasta la reconquista, cuando Felipe III ordenó la expulsión de los moriscos pasando a manos del Conde de Belchite. En el siglo XVII, los Belchitanos consiguieron comprar su independencia a la nobleza.






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Este pueblo se podría catalogar de maldito por su pasado truculento, pues a lo largo de la historia tuvo la mala suerte de que varias batallas acontecieran en sus alrededores y calles. Comenzando en las guerras púnicas, donde romanos y cartagineses ya tuvieron sangrientas confrontaciones. Más recientemente, en 1809, Belchite fue el escenario de la Primera batalla de Belchite entre las tropas españolas y francesas de la Guerra de Secesión. Los franceses ganaron aquella batalla y Napoleón hizo inscribir el nombre de Belchite en el arco del triunfo de París.
En 1838, las calles de Belchite fueron escenario de duras confrontaciones fruto de la Guerra Carlista. Pero todavía quedaba una gran batalla que los muros de Belchite no podrían soportar.
En el verano de 1937, en plena guerra civil, los republicanos arrasan literalmente el pueblo de Belchite, defendido por los nacionales. Seis mil personas, entre soldados y civiles, mueren en pocos  días. En el pueblo, apenas un puñado de casas han quedado en pie. El control del bando republicano sobre la zona duraría poco tiempo, pues las tropas del General Franco acabarían por ganar la guerra, como por todos es sabido.
Finalizada la guerra, Franco ofrece a los supervivientes de Belchite la opción de construir un nuevo pueblo o la de dejar que los Belchitenses se ocupen de la reconstrucción y él, a cambio, construir un canal de regadío para llevar agua desde el Ebro y, de ese modo, transformar y modernizar la economía de la zona dejando atrás las poco productivas tierras de secano. Los Belchitenses optan por el nuevo pueblo, cosa de la que posiblemente se hayan arrepentido desde entonces pues pasados los años, no todo fue tan bonito como lo planteó el Generalísimo en un principio. “Yo os juro, que sobre estas ruinas de Belchite, se edificará una ciudad hermosa y amplia como homenaje a su heroísmo sin par. Franco”, “1.937-1.954”.
La construcción del nuevo Belchite fue llevada a cabo por prisioneros de guerra, de este modo Franco se vengaba en cierto modo de aquellos que destrozaron el pueblo haciéndoles construir uno nuevo. En 1946, los vecinos más afines al régimen pudieron ocupar las primeras y mejores casas de Belchite, aunque el pueblo no fue inaugurado hasta 1954 y no fue hasta finales de los 60, que el traslado se dio por terminado. Pese a la promesa de gratuidad para los vecinos del viejo Belchite, el que quiso casa tuvo que comprarla y muchos fueron los que decidieron emigrar a otras tierras. Desde entonces, el viejo pueblo de Belchite permanece pausado en el tiempo como gigantesco monumento de la memoria y el pasado.
Sin duda, es el pueblo abandonado, maldito, fantasma… como queramos llamarlo, más visitado de España, pues sus ruinas son visitadas todos los años por más de diez mil personas. Algunas como homenaje o recuerdo de lo que sucedió allí, otras como simple visita turística y otras muchas, atraídas por las leyendas que cuenta que las almas de los que allí murieron, todavía caminan por sus calles.



Las leyendas de Belchite.

Desde su total abandono en la década de los 60 y dado su pasado doloroso y sangriento, junto con el perfil fantasmal de edificios semiderruidos. Belchite viejo ha sido un centro de peregrinación para investigadores de lo paranormal de todo el mundo. Las ruinas de los conventos de San Rafael y San Agustín, la inquietante torre del reloj, el viejo cementerio, la iglesia de San Martín… cualquier rincón de este pueblo es un lugar idóneo para pasar una noche con una grabadora y un termo de café.
Y los resultados de estos investigadores no tardaron en producirse. Decenas de psicofonías, grabaciones en las que se escuchan los ecos de la guerra como si aquellos terribles días de 1937 hubiesen quedado impregnados en todas y cada una de las piedras del lugar. Aviones, bombas, disparos… lamentos. Con el paso de los años las leyendas fueron aumentando, en gran parte gracias a estas psicofonías. Presencias misteriosas que caminan por las solitarias calles, sombras que parecen desaparecer en el interior de las casas al paso de los visitantes, fotografías en las que aparecen figuras entre las ruinas, manos que arañan las tiendas de campaña de jóvenes que pasan allí la noche como gesto de hombría, campanas que hace años que desaparecieron y que vuelven a repicar en las noches más oscuras, un niño juguetón que suele asomarse en lo más alto del campanario… quizás sea él quien toca las campanas. Voces que hielan la sangre a los visitantes recomendándoles que se marchen de allí…
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Estas son algunas de las muchas historias que se cuentan sobre Belchite, muchas serán ciertas, otras falsas, cada uno es libre de tener su propia opinión, pero de lo que no tengo duda es que todos los que por sus calles han caminado o caminarán, tendrán la misma sensación inquietante de que allí quedó algo atrapado y que de algún modo etéreo, todavía se puede sentir.
Termino el artículo con una frase que se puede leer en la puerta de la vieja Iglesia de San Martín. Pintada por Natalio Baquero, uno de los últimos habitantes de Belchite el mismo día de su partida. (La palabra Zagal, significa niño)
“Pueblo viejo de Belchite, ya no ten rondan zagales, ya no se oirán las jotas que cantaban nuestros padres”


DAROCA:

La Morica Encantada

Tras la conquista de Daroca por los almorávides, en 1110, se enseñorea de la ciudad el moro Aben Gama, el cual construye un palacio en el castillo Mayor de Daroca destinada a Melihah, hermosa joven que ha mandado traer de Oriente. La joven queda recluida en el palacio, pero no es feliz. Un caballero cristiano, llamado Jaime, es apresado por los musulmanes y encerrado en las mazmorras del castillo. Melihah lo ve llegar y se enamora de él. Ambos jóvenes se ven a través de las rejas de la prisión. Un día, Daroca es cercada por las tropas de los cristianos, y ante la confusión de los sitiados, Melihah toma las llaves de la prisión y libera a su amado cristiano, el cual huye, y va al encuentro de los suyos. Enterado Aben Gama ordena matar a Melihah, que es ejecutada en el subterráneo que todavía existe en el castillo Mayor, conocido como de la Morica Encantada. Los cristianos ocupan Daroca gracias a los informes de Jaime, el caballero cristiano. Enterado éste de la muerte de su amada, cayó en un estado de profunda melancolía. Todos los días subía al castillo pasando largas horas sentado a la entrada del subterráneo. Y se dice que desde el día que murió el caballero, todas las noches sale la mora encantada vestida de blanco del túnel donde fue asesinada, y vaga por las murallas de Daroca en busca de su amante.




El Ruejo, salvador de la ciudad, instalado en lugar de honor junto a la Puerta Baja.

El pozo de San Vicente

San Valero y su diácono San Vicente iban de Zaragoza a Valencia cuando se detuvieron en Daroca. Allí, San Vicente, para aliviar la sed de San Valero que había caído desfallecido a causa del calor, tocó por tres veces el suelo con el cayado, brotando de inmediato un chorro de agua fresca. Ante tal prodigio, varias personas se convirtieron al cristianismo y en aquel lugar se construyó un pozo, llamado desde entonces de San Vicente, en la calle de la Grajera, el cual nunca se ha secado.
 

El Ruejo

En 1575, quince años después de construida la Mina, el día 14 de junio, un inmenso aluvión de agua cayó sobre Daroca y sus contornos. Ante la magnitud de la tormenta, la Mina era incapaz de dar salida a tanta agua, por lo que la ciudad comenzó a verse amenazada por la inundación. La Puerta Baja se había cerrado con la fuerza de las aguas y la corriente había depositado tras ella todo tipo de materiales, formando un auténtico dique de contención, convirtiendo la zona en auténtico lago que amenazaba con inundar la ciudad entera. Pero en los momentos más críticos, una enorme rueda de molino, un ruejo, que estaba ubicado en la Puerta Alta en la casa de José Garcés, movido por la fuerza de la corriente, bajó por toda la calle Mayor con enorme velocidad, descargando tal golpe contra la Puerta Baja que la abrió de par en par, dando así salida a las aguas y salvando a Daroca de la destrucción. El Ruejo se colocó en la calle Mayor, a la altura del número 82, donde se dedicó una capillita a San Buenaventura, por celebrarse ese día su fiesta. Hace unos pocos años se trasladó el Ruejo al Paseo de la Constitución, frente a la Puerta Baja.

MONTE PERDIDO:

EL NACIMIENTO DE MONTE PERDIDO:
Existía en los pirineos un ermitaño muy alto que prefería vivir alejado de la sociedad, por ello la gente le tenía profundo temor. Un buen día, un cazador orgulloso decidió ir a cazarlo y darle muerte. Así fue y lo mató. Cuando volvió al pueblo fue a contarlo a sus vecinos.

En el preciso instante que daba la noticia cayó un rayo sobre él. Tras esto, de entre las nubes, apareció un monte, era el alma del ermitaño, y se llamó Monte Perdido. (Esta leyenda no podría haber aparecido aquí sin la colaboración de mi amigo Pedro Villar, que fue quién me la narró).
 
 Además existe otra interpretación. Dicen que acudió un pobre mendigo a un pastor montañés y le pidió algo de comida. El pastor, duro de corazón, le reprochó que él también tenía hambre. El mendigo insistió y el pastor le dio la espalda. Así que el mendigo le dijo “Te perderás por avaricioso, y allí dónde te pierdas saldrá un gran monte, inmenso, tan grande como tu falta de caridad”. Y dicen que se nublo el cielo y se espantaron todas las ovejas y el perro y lo perdió todo y él se convirtió en el monte perdido.